miércoles, 12 de octubre de 2011

Interpretar un discurso


Es lo que hace Santiago González es su reciente libro: "Lágrimas socialdemócratas". Interpreta Santiago el decir de nuestro presidente de gobierno en su quehacer político. Todo gobernante emplea un discurso para desempeñarse en su función de ocupar el lugar de Amo. De Amo demócrata en tanto ha sido elegido por su sociedad. Con el tiempo han ido variando profundamente los modos del discurso del Amo, como conceptúa Lacan al discurso que distrubuye los lugares fundamentales en el vínculo social.

Generalmente los gobernantes apelan en su discurso a objetivos que apuntan a realizar ciertos ideales que el gobernante prometió y por los que le votaron. En cómo se adecúan sus acciones a esas promesas - siempre deficientemente - se puede juzgar la honestidad de un gobernante.

Pero estamos en la hipermodernidad. El clásico discurso del Amo del que hablamos ha ido siendo desplazado por otro en el que - según Jacques-Alain Miller - va tomando el mando la consecución del goce. El objeto (a) en términos lacanianos. Esto es algo que constatamos cada día en la vida corriente: la pérdida de peso en la subjetividad contemporánea de los "valores" respecto a las consecuciones. Ser rico como sea es lo más importante, disfrutar de todo lo posible es la única estrategia vital, la plenitud de la vida se mide cuantitativamente por el monto de goce obtenido.
Y si no... que eres (con perdón) gilipollas.

Pues este libro viene a mostrarnos uno de los decires que corresponde a esta nueva época. Un decir que no remite su responsabilidad a los hechos sino a las convicciones del dicente. Pues tras una apelación permanente a los ideales, su falta de correspondencia con los hechos, produce un efecto disipativo de la coherencia que es imprescindible para la ética. Paradójicamente - lo pueden encontrar en el libro - lo que aparece es que la palabras pueden ser usadas para justificar nuestro modo de proceder, es decir, nos libran de nuestra responsabilidad a la vez que la proclaman permanentemente.

Zapatero es un líder auténticamente contemporáneo, ofrece el discurso que es coartada para presentar un semblante que oculta la ausencia total de principios sustituidos por proclamas sentimentales y de buenas intenciones. "Buenismo" llama González a esto con acierto. Es la elaborada construcción de un falso semblante.

3 comentarios:

Blogger Elefante de Guerra ha dicho...

Suelo leer el blog de Santiago González, y disfruto mucho de sus agudos análisis lingüísticos (palabras y risas, ¿qué más puede una pedir a un hombre?), su inteligencia tan fiel a la sustancia y a los contenidos. Creo que comparto con él ideas y afectos muy profundos relativos a mi españolidad en este siglo de siglas (Dámaso Alonso scripsit), y estoy con su actitud valiente y decidida al lado de las víctimas de nuestro odio. Y sé también que la crítica de Santiago González se dirige, fundamentalmente, a eso que Viar llama "la construcción de un falso semblante", pero suelo a menudo sufrir mucho por el niño que va cuarto piso abajo tras vaciar ese orinalillo de los largos y tibios meados verbales del zapaterismo.
Así que, para lágrimas socialdemócratas, ¡las mías!, que me declaro adepta de Santiago González y, a la par, del / un / cierto / algún / aquel (por caridaaaaad) ideal /proyecto / bosquejo (clemeeeeeencia) socialdemócrata. Libertad y protección: es que me pido el completo (¿más un plato de guindas?), que yo soy una elefanta muy señorita.

12 de octubre de 2011, 23:37  
Blogger Iñaki Viar ha dicho...

Pues sí, doña Elefanta, que la crítica a la degradación del lenguaje de la izquierda realmente existente es perfectamente compatible con el sostén a proyectos que propongan otros modos de organizar el mundo distintos a la ideología neoliberal de libre mercado a ultranza y "tonto el último". Pero partiendo de la parte que nos toca a cada uno.
Defender la protección del Estado para los débiles y de los derecho básicos, o sea del estado de "bienestar", aunque ya sabemos que éste bienestar no lo garantiza ni dios.

22 de octubre de 2011, 9:48  
Blogger Elefante de Guerra ha dicho...

¿Ha reparado Vuesa Merced en que ha escrito dios con minúscula? ¿En que ese dios sin artículo ni plural o determinación alguna, incapaz también de protegernos y que no proveerá, ese Hueco, digo, es un nombre propio y merece letra capital?
¿Nombre de quién o qué, pues, preguntará el ateo, misquino, coitado, guisajo o pobriño?
Ya me respondo yo, que para eso llevo un rato pensando la respuesta: Del gran sujeto lingüístico fantástico, semejante en esencia al invento del romántico Lichtenberg: "un cuchillo sin hoja cuyo mango se ha perdido", y con qué entusiasmo acogieron la idea aquellos adorables capullos de las vanguardias. Es verdad que a una le va a costar hallar este objeto en la famosa realidad. Ahora bien: ser, lo que es ser, innegablemente es, en la medida en que es objeto de definición.
¿Y a dónde va esto? (Meaburría es de donde viene) A la lengua de mis demonios, país de las cosas en las que creemos y residencia permanente de todas las que nos faltan. (Que luego hablan y dicen de la famosa realidad).

22 de octubre de 2011, 21:56  

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