Todos se preguntan ¿qué está pasando en el mundo? ¿A dónde vamos a parar? Sabemos que todas las generaciones se lo han preguntado desde los inicios de la modernidad. No es probable que lo hicieran en edades más antiguas. Es desde la aplicación masiva y sistemática de la ciencia a la vida de los humanos cuando la impresión de cambio y de incertidumbre aparece en la subjetividad de la época. Es que la ciencia cambia nuestras formas de vivir y nuestras concepciones sobre todas las cosas.
Pero es verdad, así lo creemos, que en el presente algo muy sustancial es diferente a antes. Por lo menos para las personas que, por edad, hemos presenciado y vivido cambios sustanciales en la sociedad. ¿Cómo hablar de ello sin que parezcan batallas de abuelo? Lo intentaré.
Los psicoanalistas consideramos que ha cambiado el paradigma de funcionamiento de nuestras sociedades en las últimas décadas. Que como ha definido J-A Miller (Un fantasía, 2004) el objeto de satisfacción ha ascendido al cénit social. Es decir que la búsqueda de goce para el sujeto se ha convetido en "la brújula de nuestro tiempo" y "le invita al sujeto a franquear sus inhibiciones".
Todo ello ha conllevado un distinto peso o importancia de los ideales y los valores morales. Como ya hemos comentado, los psicoanalistas, en nuestra jerga, denominamos a este fenómeno, que observamos en la clínica actual, como declive de la función paterna. Era ésta la que representaba y transmitía en su nombre la ley moral y los ideales para la vida del sujeto. Y hoy muestra sus limitaciones.
Por eso hablamos de un cambio en el orden simbólico, en la jerarquía de valores, en la modificación de ideales, en las causas que mueven al sujeto en nuestra civilización.
Me referiré a dos cuestiones que nos muestran esos cambios y la aparición de un nuevo orden en la vida de la gente. En primer lugar a los cambios que se iniciaron en los años sesenta. Mucho se ha escrito sobre ello, pero puedo testimoniar de haber vivido en mi juventud unos cambios que modificaron la sociedad que conocí de mis padres, mis abuelos y, en cierto modo, desde siempre.
Tras la II Guerra Mundial, la generación siguiente promovió los cambios a que me refiero. Primero cambiaron los semblantes de manera radical. Nadie había visto algo semejante a los Beattles, la minifalda, la música nueva, el protagonismo de la juventud, la impaciencia, los hippys... Pero también cambiaron las representaciones del mundo, la idea del derecho del individuo a actuar libremente en busca de su felicidad. Y También cambiaron la modalidades de goce: los hábitos de comportamiento sexual vivieron una "revolución", los porros, el ritmo de la vida...
Todo esto encontró su momento cumbre en los sucesos de Mayo del 68 en París, donde todas estas nuevas tendencias se condensaron en gigantescas protestas juveniles, sobre todo de clases medias, que no tomaron el poder pero tuvieron una influencia decisiva en el modo de vida de las gentes. Aquéllas consignas de "prohibido prohibir", "la imaginación al poder" y tantas otras, reflejaban lo que Jean-Claude Milner llamó "la arrogancia del presente"(en un libro del mismo nombre), de la que fue sujeto la pequeña burguesía intelectual. "Su arrogancia se traslada a la inmediatez del presente, se obtiene el aquí y ahora, quiere todo". Y que Tony Judt en "Algo va mal" (Ill Fares the Land), en 2010, define asi: "El individualismo - la afirmación del derecho de cada persona a la máxima libertad individual y a expresar sin cortapisas sus deseos autónomos, así como a que éstos sean respetados e institucionalizados por la sociedad en su conjunto - se convirtió en la consigna izquierdista del momento. Condujeron a la afirmación de que lo privado es político. La identidad comenzó a colonizar el discurso público". Mayo del 68 es un síntoma de un cambio de época. Curiosamente comenzó con una revuelta de los estudiantes porque no les dejaban a las chicas quedarse a pasar la noche en las residencias de los chicos.
Seguro que todo esto trajo más libertad para las gentes: reivindicaciones feministas, en mi sociedad divorciarse o tener un hijo soltera ya no sería causa de un estigma de vergüenza de por vida, el peso de las prohibiciones religiosas, políticas, disminuyó. Esencialmente se quebró la autoridad del padre sobre la sexualidad de las hijas. Se acabó el "a las diez en casa". Pero lo bueno, como siempre tuvo su lado de dificultad. Ahí nace el declive de la función paterna, la pérdida de autoridad y de referentes... la desorientación del presente. La generación del 68, cuando fueron padres se tuvieron que enfrentar a su propia pérdida de autoridad frente a sus hijos.¿Cómo es esto?¿Es mala la libertad? Sencillamente no existe un ideal de funcionamiento humano, esta es la verdad intolerable, y por tanto los cambios liberan y pueden aplastar a la vez. Ya sé que esto fastidia, pero...
Todo esto vino por lo que llamamos la izquierda. En la siguiente entrada me referiré a lo que trajo la derecha.