sábado, 11 de febrero de 2012

El "contenido" frente a la "forma"


España está viviendo un episodio conflictivo en relación a los juicios del juez Garzón que divide las conciencias y las posiciones políticas. Son graves acusaciones las que han hecho al juez y las que hacen a sus juzgadores.
Ayer se conoció la sentencia: prevaricación, el delito más grave imputable a un juez en el ejercicio de su función. Y la condena: expulsión de la magistratura e inhabilitación para 15 años.
El país dividido, decía, pues este caso ha polarizado la opinión pública, la izquierda (o gran parte de ella) ha salido a la calle en defensa del juez, asimismo la prensa, digamos progresista, también ha sostenido la inocencia de Garzón y ha acusado de posiciones antidemocráticas al tribunal. Sugieren un consenso conspirativo entre la derecha política, judicial y de medios de comunicación para acabar con la carrera de Garzón. En la calle se ha gritado "fascistas" a los miembros del Tribunal Supremo y, en fin, se ha abierto una crisis sobre la actuación de la Justicia. Es grave porque afecta al consenso moral sobre el funcionamiento del Estado de Derecho y la democracia en general.
Los defensores del famoso juez argumentan que el propósito de Garzón era justo y honesto: hacer justicia contra la corrupción y, en el juicio siguiente, contra los crímenes del franquismo. Y, en resumen, que sólo le movían loables intenciones en sus actuaciones. Que, por tanto, quienes le condenan y le critican atacan a un juez justo, y deben estar animados por oscuras intenciones: intereses políticos para encubrir la corrupción y, además, quieren la impunidad para los autores de crímenes franquistas. Todos los demonios familiares españoles convergen en los procesos a este juez, lo cual es sorprendente en su coincidencia.
El tribunal, y quienes están de acuerdo con él, argumentan que la justicia no solo se basa en objetivos como hacer justicia y realizar el bien moral, sino en que se haga mediante unos procedimientos establecidos por el propio Estado de Derecho. Y serían éstos los que el juez no ha respetado.
Reconocerán alguna relación con un viejo problema ya desde Maquiavelo, autor de una de las citas más repetidas desde hace siglos. La de que "el fin justifica los medios". Es decir, un buen fin, justo, justifica los procedimientos que se han empleado para conseguirlo. Pocos defienden abiertamente este principio, ya que de entrada justificaría cualquier cosa. Todo tipo de crímenes, por ejemplo. De ahí que no tenga muchos defensores manifiestos. Se dice que la democracia ha superado el principio maquiavélico que se ha quedado reducido a calificativo indigno.
Pero, ¡ay!, no está tan claro que su modo de hacer no tenga muchos partidarios. Sin saberlo quizá, son defensores del principio maquiavélico todos los que defienden la primacía moral, política, filosófica... del FONDO o CONTENIDO sobre la FORMA. Antiquísima polémica desde los clásicos griegos, me sugiere una analogía con el FIN y los MEDIOS. El fin es el fondo, el contenido político moral de una actuación. Los medios remitirían a la forma de conseguir el fin, el contenido.
Desde Marx, y como todas las teorías finalistas, la izquierda ha dado la relevancia fundamental al contenido frente a la forma, de la que siempre han sospechado porque, como en la "democracia burguesa"- osea, en la  única democracia que conocemos- las formas (libertades, parlamento...) escamotearían el contenido (la igualdad, la justicia social...). De ahí su desprecio por las formas, "formalismo" y su reivindicación del contenido, a lo que podríamos llamar "contenidismo".
Esta es una idea no solo equivocada, sino letal para la libertad. Las "formas" son los procedimientos que regulan las leyes hechas por el parlamento. Y la democracia se basa en esos procedimientos que nos dan la garantía de que se respeten nuestros derechos. Las "formas" nos preservan de la tiranía. Estas cuestiones las tienen claras desde hace más de doscientos años en muchos países, donde las formas son la "sustancia" indiscutible de la democracia. Aquí vamos poco a poco (como respondió el yonki al médico que le advertía que drogarse era matarse lentamente: no importa doctor, no tengo prisa).
Esto es lo que juzgan en el Tribunal Supremo: si el juez Garzón ha respetado y seguido los procedimientos que regulan nuestros derechos. Para todos los sujetos e independientemente de cuáles sean sus propósitos.
El Tribunal ha considerado culpable a Garzón de no haber actuado conforme a los medios democráticos.
Los que se rasgan ahora las vestiduras jamás alzaron la voz ante los crímenes del comunismo: los llamaron errores. El "contenidismo" arrastra multitudes. Ya saben, la ética de las convicciones. Siempre el pensamiento religioso al fondo, verdadero "fondo" de los discursos salvadores: el contenido como coartada moral para lograr nuestra adhesión a su actuación. Pero el contenido de la democracia consiste en las formas democráticas. No en un más allá que Otro define como nuestro bien.
Las buenas intenciones han servido para justificar siempre todos los horrores causados por no respetar los procedimientos que respetan a las personas.
 Lo dijo Albert Camus - en su polémica con Sartre que  apoyaba a la Unión Soviética - "son los medios los que justifican un fin".