miércoles, 16 de marzo de 2011

Efracción traumática

Lloro en medio de la destrucción
Foto de ASAHI SHIMBUN (REUTERS) 14-03-2011


Con una definición clínica parece más posible acercarnos a lo ocurrido en Japón. Porque su efecto ha sido una fractura violenta en la subjetividad del mundo. Por supuesto para los japoneses en primer término. Pero todos estamos concernidos. No solamente por la compasión humana sino, también, porque ¿nos podrá tocar a nosotros algo parecido?
Lo traumático acaece cuando un acontecimiento, generalmente imprevisto, supone una intensidad emocional que desborda el lenguaje, nos deja sin palabras, o repitiendo solo los mismos dichos. Que no podemos reabsorber el impacto en nuestro ser a través de un decir que nos calme. Hablar de algo es comenzar a tratarlo. Por esa vía se irá drenando el exceso que nos angustia o nos entristece.

Un traumatismo, como el tsunami, nos rompe el mecanismo de "refrigeración" que impide que se "recaliente" nuestro espíritu, como las centrales nucleares. Y éstas comienzan, entonces, a reventarse. Metáfora limitada de los efectos que la ciencia induce hoy en nuestras sociedades.

¡Ah! siempre olvidamos que somos pobres seres a merced de las contigencias. Caprichosas e imprevisibles como los dioses. Lo que todos las ideologías tratan de cubrir es eso: la fragilidad humana frente a Zeus y demás. Y lo contaba ya Homero unos ocho siglos antes de Cristo.

Me ha impresionado el silencio de los japoneses. Cultura quizá más sabia que la nuestra, que no se olvida de que estamos aquí de casualidad y de paso. Que no se cree que su "yo" es el centro del universo. Sociedad que domina el arte de la contención, de la espera, de los silencios. Para encontrar el momento oportuno para intervenir, o para morir discretamente. Gente que responde con actos cuando las palabras no bastan.

Mi admiración y mi reconocimiento está con ese pueblo. Como dijo Borges de Macedonio Fernández: "No plagiarlo hubiera sido imperdonable".

domingo, 6 de marzo de 2011

Bolero de Amor



Ustedes lo han mentado: el amor. Primero desengañémonos. Dice Freud que el amor siempre es narcisista, es decir, que uno se ama a sí mismo en el otro. Que todo amor, hasta el más sublime y desinteresado, apunta a la satisfacción de uno mismo, a gozar con el amor. Es así por estructura, si uno no se ama, si no tiene una razonable dosis de narcisismo, no puede vivir. Si uno no se ama, no ama a su propio yo, entonces se odia, no quiere vivir. Es la depresión o melancolía.

Así que todo amor es interesado. Por ejemplo el de los santos y los virtuosos. La caridad es esa versión que hace muy evidente la satisfacción que consigue el alma caritativa. La dicha eterna, ni más ni menos. En la película "Plácido" de Luis García Berlanga, en pleno franquismo, se hace la más aguda crítica del catolicismo que yo he visto. Es una sátira de la caridad. Incluso el refranero español lo dice: "la caridad bien entendida comienza por uno mismo". O sea "lasciate ogni esperanza..." del amor puro, sin contrapartida.

Pero... buscamos el amor. Desde pequeñitos. Incluso llegamos a humanizarnos por que alguien nos quiso, aunque sea en un tiempo muy lejano, donde lo aprendimos. Allí donde operó el amor como metáfora que nos llevó más allá de la satisfacción de nuestras necesidades. Sí, la cosa empezo con la madre. Y entramos en el lenguaje pidiendo hasta concluir que no se trataba solo de eso. Y que hablamos y hablamos sabiendo que nunca se colmará del todo nuestra demanda de amor.

La demanda de amor está más allá de la demanda de cosas, de "algo". Es una demanda al Otro que no colman las cosas dadas. Pedimos pero no queremos que confundan nuestra demanda de amor con la demanda de "algo". Las cosas, los detalles, los regalos, solo valen en tanto signo de amor. Aunque es fundamental la manera, el estilo con que se da. Para que quede claro que no se trata solmente de eso. Valor del detalle. Es pues error imperdonable responder con "algo" a la demanda del propio ser. Que lo que el amor pide es el "aquí estoy" del Otro. Osea, que se trata de no dar nada, pero que me represente. Por eso dice Lacan que "amar es dar lo que no se tiene". Y entre la demanda de la necesdidad (tengo hambre, sed , frío....) y la demanda de amor, es decir entre la demanda de "algo" y la demanda de "nada" emerge el deseo. Entre la necesidad y el amor, y gracias a éste, deseamos.

"Si tu me dices ven
lo dejo todo"

"Espera, aún la nave del olvido no ha partido
No condenemos al naufragio lo vivido"

Sí, lo han adivinado. En mi juventud yo cantaba boleros con guitarra (que quede entre nosotros). Formaba parte de la educación sentimental de mi época. El bolero nos cuenta de lo inalcanzable del amor. Gustan por eso, porque son tristes pero dulces. No se concibe un bolero que cuente una historia edificante. Los enamorados, felices, bailan siempre al son de algún dolor. Lo poético es que evoca lo que habrá sido una pérdida para cubrirla con lo que debió ser un sueño.

Ahí queda. Báilenmelo.