lunes, 30 de agosto de 2010

narcisismo e identidad


Volvemos tras el descanso vacacional para proseguir esta conversación al hilo de los aconteceres y sugerencias que nos alcanzan.
La cuestión del "narcisismo de la pequeña diferencia" ha suscitado interesantes comentarios. M. plantea la pregunta de por qué somos tan sensible a las diferencias. Y Ali y Anónimo llevan la cuestión a las mujeres, donde les parece que es aún más marcada la dificultad que produce este fenómeno.

Cuando el bebé se mira en el espejo se fascina ante una imagen completa que él no tiene aún de sí mismo. Es el narcisismo primario, amar la propia imagen, necesario para vivir. Poco a poco se irá identificando a esa imagen hasta concluir que es él y que, incluso, tiene un nombre. Es el descubrimiento, o creación, de la identidad de uno mismo. Esto lo explicó mucho mejor Jacques Lacan en el "estadio del espejo". O sea, que nuestra primera idea de quienes somos nos viene de una imagen exterior. Esto dará lugar a que los humanos siempre tenemos conflicto con nuestra imagen y nuestra identidad, pues nos la ha procurado "otro". Desgarro subjetivo y dificultades varias con la identidad. Los fundamentalistas creen que la identidad les viene de sí mismos o de una instancia divina. Por eso acaban barriendo a los otros diferentes.

Además la única forma de tener una singularidad propia es ser diferentes en algo. La realidad humana se basa en semejanzas y diferencias. Todo igual sería el horror de las fosas comunes, y todo diferente la locura destructiva de Babel. Es en este juego "igual-diferente" donde nos moveremos siempre en el teatro-nunca mejor dicho- de la vida.

Los de Villarriba y Villabajo cuando van a Madrid se sienten riojanos, cuando van a Turquía se sienten españoles, y todos se llevan muy bien. Pero cuando estuve en Villarriba todos me dijeron que los de Villabajo eran tontos, antipáticos y, además, feos. Apenas se tratan. Como vemos la identidad se desplaza en relación al Otro del mundo. En el extranajero necesitan amarse (identidad similar de españoles), en el pueblo precisan reivindicar que son distintos y surge la animadversión para separarse del otro del pueblo de al lado que es tan parecido que resulta difícil distinguirlos sino sabes que los otros son malos y estúpidos.

Dijo Freud que "el narcisismo de la pequeña diferencia es la obsesión por diferenciarse de aquello que es familiar y parecido". Para contrarrestar la angustia que nos puede producir que no nos distingan, quedar subsumidos en el otro.

Esto, a veces, lleva al límite de matar al otro. No otra es la base del terrorismo. El fanático dispara contra la imagen del espejo porque no sabe encontrar su propia diferencia. El terrorista, en realidad, se cree demasiado igual a su enemigo y necesita hacerlo desaparecer.



En la mujer se despliega la doble actitud ante la identidad. La identificación le lleva a vestirse parecido-no otra cosa es la moda- pero a la necesidad de mostrarse de algún modo diferente. Es más sensible que el hombre a salvaguardar la diferencia de su imagen. Eso la hace más narcisista: mayor cuidado del cuerpo, imagen, etc. El hombre, menos sutil, pues se cree que porque tiene pene es portador del falo ( aquello que causa el deseo) por sí mismo, es más propicio a la identificación masiva con los otros iguales. Son "más iguales" y temen menos que no les distingan. A veces les encanta ser todos el mismo. Así se han hecho las guerras y barbaridades.

La mujer constituye su subjetividad sobre un sentimiento de falta. Algo le falta ya, de entrada, y es más sensible a que le quiten más. Lo propio y diferente le es más necesario. De ahí surgen la rivalidad con la madre, hermanas, amigas... Es más sensible a la envidia de los pequeñas cosas que le distinguen. Y tiene razón, puede tratarse de lo que le hace más deseable.

En general los hombres se identifican más fácilmente entre sí, prefieren la manada, y las mujeres van de una en una. ¡Y que nadie se confunda!

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