El tiempo
Como siempre se trata de eso que sé lo que es, pero que si me preguntan no sabría explicarlo. Un Año Nuevo puede ser el tiempo cronologico. El que medimos por el movimiento de los astros, ese tiempo que se cuenta, que nos acota y nos emplaza a nuestras tareas de la vida.
Pero ese tiempo que es más allá de la medida, ese tiempo que se hace corto o largo, que fluye, se escapa, o que es feliz o apesadumbrado, ¿cómo se mide? ¿o cuánto vale? Vale lo que hagamos, lo que seamos capaces de hacer.
Para los melancólicos el tiempo se detiene en el sufrimiento y les paraliza; quizá el mayor de todos los sufrimientos. Para los maníacos el tiempo es un cometa veloz que les empuja hacia delante. En todo caso hacia un mal lugar, porque es un goce imparable.
Lacan señalará el valor o medida lógica del tiempo: el instante de ver, el tiempo de comprender y el momento de concluir. Su subjetivación se realiza en segundos, pero también en años. El tiempo del inconsciente es un tiempo lógico, el que necesita un sujeto para responsabilizarse de lo que espera y saber lo que desea.
¿Es el recuerdo volver a vivir el tiempo pasado? Pero el tiempo siempre es pasado, desde cada instante vivido.
Pronto voy a cenar con mi familia, se repetirán los pequeños ritos familiares de siempre. Mientras escucho a María Callas, la sacerdotisa Norma que canta a la Casta Diva, la diosa del bosque a la que pide que aplaque el ardor de los hombres y que reine la paz en los corazones. En Nochevieja, hace más de cincuenta años, mi padre ponía esta música que me encantaba. Hay un tiempo que no pasa, que nos acompaña hasta el final. A veces conseguimos esos momentos que van a perdurar por siempre.
Que este nuevo año le traiga de esos buenos momentos, será lo que valga el año, su verdadera medida.