viernes, 8 de octubre de 2010

Don Juan


En estos tiempos de declinar de los atributos del hombre volvamos sobre el mito masculino por excelencia: Don Juan. Desde Tirso de Molina con "El burlador de Sevilla y convidado de piedra" se han sucedido las obras que han tratado el personaje de Don Juan hasta alcanzar la categoría de mito. Salvo Zorrilla, que salva al final a Don Juan por el amor de doña Inés, en todas las demás versiones Don Juan muere.

Nace el mito en el barroco, hijo de los excesos y de la premura por atrapar los goces de la vida antes de que ésta se nos escape. En Don Juan, especialmente en el Don Giovanni de Mozart, con libreto de Lorenzo Da Ponte (les recomiendo la maravillosa versión de Ferenc Fricsay, en Deutsche Grammophon), hay esa premura, ese afán incesante por seducir a las mujeres, empleando todos los "recursos humanos", diríamos hoy. Pero qué le hace a Don Juan ir de una a otra, y otra nueva, sin detenerse nunca. Pues que no encuentra lo que busca. Las mujeres son para él un desplazamiento metonímico que nunca se detiene. Ninguna mujer le hace metáfora del amor donde pueda detenerse y dar tiempo a su dicha. Porque Don Juan quiere encontrar "LA MUJER", la definitiva, la que encerrara en sí misma la auténtica "esencia de mujer" (creo que hubo una película con ese nombre). Claro que él no sabe lo que busca desesperadamente, y como no existe (por eso los griegos crearon a Afrodita y demás diosas) acabará encontrándose con el Padre, y con su destino lógico de subir por una escalera que no lleva a ninguna parte: la muerte.

Pero si consideramos a Don Juan como un destino extraviado ¿qué diremos de todas las mujeres de la humanidad (exagerando algo) que han podido fantasear con un hombre que por ellas salte muros, empeñe duelos, se atreva a todo (y que pueda con todas), que mate y muera por ellas? Pues que es, efectivamente, una fantasía que alcanza a condensarse en un mito. Ese hombre que a todas enamora y las hace sentirse amadas-ése es su secreto, las toma de una en una. Únicas cada una con su amado cuando él les dice, como a la campesina Zerlina:

Là cidarem la mano,
Là mi dirai di si;
Vedi, non e lontano,
Partiam, ben mio, da qui.

Don Giovanni lo explica de manera irrebatible: "Ser fiel a una significa traicionar a las otras"
Es por esto que Lacan considera a Don Juan un mito sostenido por las mujeres, en realidad un mito femenino.

Hay una dignidad de Don Juan cuando entra por su propio pie en el infierno. Con la cabeza alta y el mismo aire decidido con el que ha perseguido todas sus conquistas.
Pues esa muerte es producto de su coherencia hasta el final.
Su desafío a todas las normas no era vano. Y así el mito nos muestra lo que es inalcanzable en el amor y en el deseo.