La identificación: males y bienes
Ha pasado ya un tiempo desde la final del Mundial que ganó España, y podamos ahora hablar de ello con cierta distancia. Para todos, los que estaban a favor y los que en contra de la selección española, ha sido un acontecimiento singular, que nos ha descubierto varias cosas.
Primero ver y escuchar a millones de jóvenes, sobre todo, apoyando y celebrando a la selección con cánticos, banderas y todo tipo de demostraciones de contento. Esto es nuevo. Nunca habíamos visto tal despliegue de banderas españolas y de reivindicación de la condición de ser españoles. Es cierto, nuestra historia del siglo XX, con su rastro de sangre y dolor produjo una actitud de escepticismo sobre la idea de patria, nación, etc. Como si aquí eso fuera a acabar mal. Ha sido necesario que pasen varias generaciones sin guerra para que los jóvenes de hoy puedan, como cualquier otro ciudadano europeo o americano, manifestarse con alegría, sin sectarismo político, con entusiasmo por un logro colectivo. Es decir la normalidad de una sociedad democrática, libres de sospecha. Decía Santiago González en su blog que cuando oyó las celebraciones tras la victoria de España se sintió pro primera vez miembro de una sociedad que no se desprecia a sí misma.
Por otro lado, los nacionalismos han ido mostrando su odio a la realidad de España, necesario para exaltar su propia idea nacionalista. En efecto, lo que Freud llamaba el "narcisismo de la pequeña diferencia", que puede tener efectos devastadores. El otro es tan semejante a uno mismo (véase catalanes, vascos, españoles en general, que para un sueco o ruso somos iguales) que necesita algún tipo de degradación o rebajamiento de ese otro para sostener la diferencia de su propia identidad. Así han manifestado de diversas maneras su deseo de que España perdiera. Esto es algo más que fútbol, obviamente. Es anhelo de destruir la común convivencia existente.
Aducen razones de todo tipo. Siempre hay razones para explicar todo. El lenguaje sirve para eso también. Pero el deseo de mal para el otro no es sino el resultado de la exacerbación de la propia identidad.
Estos fenómenos constituyen los mecanismos de identificación de los humanos. Su fundamento es el amor al otro, por eso voy con él. Los grandes episodios de identificación de masas han dado de todo en la historia: nazismo, comunismo, nacionalismo, integrismos y, también, movimientos democráticos, gestas heroicas en defensa de la libertad...
O sea, que la identificación es según cómo y para qué se use.
Creo que en la historia del triunfo de España en el campeonato del mundo se ha usado para bien, que ha sido bueno para nuestra sociedad: aceptarse a sí misma, con sus particularidades, y virar de un tono depresivo, de culpabilidad antigua, hacia una alegría nueva. Será un buen legado que queda para las nuevas generaciones.
En cuanto a los del odio no hay otra vía que rechazar sus dicterios.
Primero ver y escuchar a millones de jóvenes, sobre todo, apoyando y celebrando a la selección con cánticos, banderas y todo tipo de demostraciones de contento. Esto es nuevo. Nunca habíamos visto tal despliegue de banderas españolas y de reivindicación de la condición de ser españoles. Es cierto, nuestra historia del siglo XX, con su rastro de sangre y dolor produjo una actitud de escepticismo sobre la idea de patria, nación, etc. Como si aquí eso fuera a acabar mal. Ha sido necesario que pasen varias generaciones sin guerra para que los jóvenes de hoy puedan, como cualquier otro ciudadano europeo o americano, manifestarse con alegría, sin sectarismo político, con entusiasmo por un logro colectivo. Es decir la normalidad de una sociedad democrática, libres de sospecha. Decía Santiago González en su blog que cuando oyó las celebraciones tras la victoria de España se sintió pro primera vez miembro de una sociedad que no se desprecia a sí misma.
Por otro lado, los nacionalismos han ido mostrando su odio a la realidad de España, necesario para exaltar su propia idea nacionalista. En efecto, lo que Freud llamaba el "narcisismo de la pequeña diferencia", que puede tener efectos devastadores. El otro es tan semejante a uno mismo (véase catalanes, vascos, españoles en general, que para un sueco o ruso somos iguales) que necesita algún tipo de degradación o rebajamiento de ese otro para sostener la diferencia de su propia identidad. Así han manifestado de diversas maneras su deseo de que España perdiera. Esto es algo más que fútbol, obviamente. Es anhelo de destruir la común convivencia existente.
Aducen razones de todo tipo. Siempre hay razones para explicar todo. El lenguaje sirve para eso también. Pero el deseo de mal para el otro no es sino el resultado de la exacerbación de la propia identidad.
Estos fenómenos constituyen los mecanismos de identificación de los humanos. Su fundamento es el amor al otro, por eso voy con él. Los grandes episodios de identificación de masas han dado de todo en la historia: nazismo, comunismo, nacionalismo, integrismos y, también, movimientos democráticos, gestas heroicas en defensa de la libertad...
O sea, que la identificación es según cómo y para qué se use.
Creo que en la historia del triunfo de España en el campeonato del mundo se ha usado para bien, que ha sido bueno para nuestra sociedad: aceptarse a sí misma, con sus particularidades, y virar de un tono depresivo, de culpabilidad antigua, hacia una alegría nueva. Será un buen legado que queda para las nuevas generaciones.
En cuanto a los del odio no hay otra vía que rechazar sus dicterios.
Etiquetas: España, fútbol, nacionalismos